“Todos son iguales”. Del nacionalbolchevismo al franquismo.

Muchos de los que defendían a capa y espada la política “progresista” de Rodríguez están mudando su forma de pensar. Ante las abrumadoras pruebas de la iniquidad de la política del gobierno pasan, de apoyarla, a justificarla frente a posibles alternativas con el tópico de que “todos son iguales”.
Es decir, del progresismo (el disfraz del nacionalbolchevismo tras la caída del muro) se deslizan hacia el franquismo. Gran parte de esa masa amorfa, que toleró la dictadura, pasó a votar mansamente al PSOE, y pendulea ahora al “yo soy apolítico”, que les permitía aparecer como no cómplices de la dictadura, sin arrostrar ningún riesgo en la lucha por la libertad.
Incluso una buena parte de los militantes contra el caudillo pasan a engrosar las filas de los que piensan que “todos son iguales”. Todo antes que reconocer que en la derecha puede haber, además de vida inteligente, buenas intenciones.
El reaccionario “todos son iguales”, conduce al silencio de los corderos. Es tiempo de cuestionarse un sistema político que alardeando de democracia, permite que los ciudadanos sacrifiquen su libertad a cambio de irresponsabilidad. La sociedad civil debe propiciar este cambio del sistema.
Pero antes es preciso conjurar los peligros que la política de Zapatero suponen para nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestra economía. Es preciso acabar con el entreg

En otro lugar he contado al anécdota, no se si real o apócrifa, en la que el caudillo aconseja a uno de sus ministros “...haga como yo, no se meta en política”. Meditemos