11 abril 2008

GROSERÍA

GROSERÍA.

Grosería viene del latín grossus, grueso. En este sentido lo grueso se opone a lo fino, como lo vasto a lo delicado. Podemos decir fino, delicado, educado, elegante. Podemos oponer grueso, vasto, mal-educado, discordante, feo, grosero. No son antónimos perfectos, pero los primeros términos, que pertenecen al mundo de las virtudes, remiten de forma ideal a lo armónico, y suenan como podría hacerlo una pieza de Bach. Los segundos, que asientan en el infierno de los vicios, evocan discordancia y remiten a una pieza desafinada (imagine aquí el lector la música que menos soporta).

Nos interesa ahora examinar la relación entre grosería y educación. La falta de educación no es necesariamente grosera. Pero tampoco la mala educación aboca de forma necesaria a la grosería. Así, la mala educación del no-educado trasciende en chabacanería. Obsérvese que aquí el atributo “no educado” resta algo de responsabilidad al chabacano; esta falta de responsabilidad hace que la chabacanería, por inintencionada, no tenga la agresividad de la grosería. En efecto, la grosería sería la mala educación satisfecha de si misma. Es la mala educación del educado e implica, en mayor o menor medida, agresividad.

Examinemos ahora la relación de la grosería con el dialogo (conversación entre dos logos, dos razonamientos) y la deliberación, conversación en la que participan varios.

Si imaginamos un diálogo en el que uno de los dialogantes se vuelve grosero, comprendemos que en ese momento el diálogo muere. El otro dialogante se siente agredido por el grosero y, o bien utiliza a su vez la grosería, con lo que el diálogo se degrada en pelea, o, prudentemente, abandona el campo y se retira.

En el caso de la deliberación, el maleducado y, en mucha mayor medida, el grosero, no acaban con la deliberación necesariamente, pero la vuelven, casi siempre, estéril. Detrás de la mala educación, de la grosería se esconde la intención, no de con-vencer, sino la de vencer. El furor y la rabia que desencadena la grosería, vuelven sordos al grosero y al resto de los deliberantes para los argumentos y los sentimientos del otro. Lo que debería ser confluencia deviene en desencuentro, la conversación se degrada en jaula de grillos. Lo que debería tender a la armonía, chirría.

Cabría concluir que la deliberación necesita de la elegancia y debe evitar la grosería.

Meditemos.

06 abril 2008

San Egidio Abad, por Emilio Campmany en LD




Meditemos.
Imagen: Pintura representando al Santo. Autor desconocido. Dominio público.