24 febrero 2009

Cazado

23 febrero 2009

Sin comentarios

29 enero 2009

El tráfico de armas, el fotografo Gervasio Sánchez y el poder

No se quien es el autor de la presentación
Discurso_..

10 octubre 2008

¿2008 o 1984?

25 mayo 2008

Arcadi Espada sobre la crísis (¿del PP, de España)

La adversativa por Arcadi Espada (Enlace aquí)

Aunque velado por la desesperación y la cruda lucha por el poder puede haber un extraordinario asunto político en los problemas del Partido Popular. ¿Deben reformarse las convicciones cuando son insuficientes para alcanzar el poder? ¿Quién tiene razón: el partido o la gente que mayoritariamente apoya a otros partidos y a otras convicciones? La posibilidad de que el PP gobierne en España sin acuerdo tácito o explícito con los nacionalistas es remota hasta donde la vista alcanza. Tampoco permite la vista divisar un líder (ni en la actual cúpula ni, lo que es peor, fuera de ella) capaz de abrir las compuertas y obtener una mayoría absoluta. Queda, desde luego, la posibilidad de una crisis. El presidente Zapatero es el resultado de una. Y también lo fue José María Aznar, cuyo incierto carisma, como pasaría luego con el de su sucesor, fue básicamente construido desde el poder. Pero las crisis son irrelevantes para el análisis porque se instalan y dictan su ley con independencia de las convicciones.
Un buen número, aunque minoritario, de españoles tienen convicciones que son incompatibles con un Gobierno que dependa de los nacionalistas. Esto es así por razones políticas. Pero también por razones morales que se explican con miles de ejemplos. El último de anteayer: aun a cadáver caliente, el presidente de la autonomía vasca, Juan José Ibarretxe, dijo: “La ciudadanía está realmente asqueada, hasta el gorro, de la violencia de ETA; eso es verdad, pero también de las dificultades de quienes tenemos responsabilidades para buscar caminos, alcanzar la paz y acuerdos políticos para decidir nuestro futuro”. ¿Es posible gobernar con esa coloquialidad abyecta que anuncia que se ha llegado al límite… del gorro. Pero, en especial: ¿es posible gobernar con esa adversativa, con ese pero inicuo, con ese temporizador? Sí, es posible. Lo hace el PSOE y lo hizo el PP. Y cada uno con millones de españoles detrás, que conocen la adversativa y que no pueden fingir ignorancia ni engaño de lo que significa gobernar con los nacionalistas, por más que a los nacionalistas y a sus repugnantes retóricas nunca se les marque con el hierro infamante de la voluntad de crispar.
Es posible que haya personas en el PP dispuestas a no compartir ni un día más el subsuelo moral de la política con los nacionalistas; personas capaces de renunciar por ahora al poder, es decir, a rebelarse contra lo que dicta la propia naturaleza de un partido político y preparadas para soportar la posibilidad de una larga glaciación. Es decir, dispuestas a iniciar una renovación verdadera de la política del Partido Popular. Pero si existen y su estrategia triunfa no supondrá, contra lo que dice María San Gil, la recuperación de la esencia ni otras zarandajas: será la revolución más profunda, valiente e improbable que haya sufrido un partido político desde el inicio de la transición española.
(Coda: “La Humanidad se hace rápidamente incapaz de concebir la diversidad cuando durante algún tiempo ha perdido la costumbre de verla”. Stuart Mill, Sobre la libertad)

11 abril 2008

GROSERÍA

GROSERÍA.

Grosería viene del latín grossus, grueso. En este sentido lo grueso se opone a lo fino, como lo vasto a lo delicado. Podemos decir fino, delicado, educado, elegante. Podemos oponer grueso, vasto, mal-educado, discordante, feo, grosero. No son antónimos perfectos, pero los primeros términos, que pertenecen al mundo de las virtudes, remiten de forma ideal a lo armónico, y suenan como podría hacerlo una pieza de Bach. Los segundos, que asientan en el infierno de los vicios, evocan discordancia y remiten a una pieza desafinada (imagine aquí el lector la música que menos soporta).

Nos interesa ahora examinar la relación entre grosería y educación. La falta de educación no es necesariamente grosera. Pero tampoco la mala educación aboca de forma necesaria a la grosería. Así, la mala educación del no-educado trasciende en chabacanería. Obsérvese que aquí el atributo “no educado” resta algo de responsabilidad al chabacano; esta falta de responsabilidad hace que la chabacanería, por inintencionada, no tenga la agresividad de la grosería. En efecto, la grosería sería la mala educación satisfecha de si misma. Es la mala educación del educado e implica, en mayor o menor medida, agresividad.

Examinemos ahora la relación de la grosería con el dialogo (conversación entre dos logos, dos razonamientos) y la deliberación, conversación en la que participan varios.

Si imaginamos un diálogo en el que uno de los dialogantes se vuelve grosero, comprendemos que en ese momento el diálogo muere. El otro dialogante se siente agredido por el grosero y, o bien utiliza a su vez la grosería, con lo que el diálogo se degrada en pelea, o, prudentemente, abandona el campo y se retira.

En el caso de la deliberación, el maleducado y, en mucha mayor medida, el grosero, no acaban con la deliberación necesariamente, pero la vuelven, casi siempre, estéril. Detrás de la mala educación, de la grosería se esconde la intención, no de con-vencer, sino la de vencer. El furor y la rabia que desencadena la grosería, vuelven sordos al grosero y al resto de los deliberantes para los argumentos y los sentimientos del otro. Lo que debería ser confluencia deviene en desencuentro, la conversación se degrada en jaula de grillos. Lo que debería tender a la armonía, chirría.

Cabría concluir que la deliberación necesita de la elegancia y debe evitar la grosería.

Meditemos.

06 abril 2008

San Egidio Abad, por Emilio Campmany en LD




Meditemos.
Imagen: Pintura representando al Santo. Autor desconocido. Dominio público.