03 febrero 2006

¿Por qué no abandonarse a la melancolía? II Democracia sin adjetivos


Lo que pasó esos tres días de marzo, tras el atentado, es conocido por todo el que tenga ojos y quiera ver, oídos y quiera oír. Se culpó del atentado al presidente del gobierno y no a los autores, fueran estos los que fueran, se violó la Ley electoral, no respetándose la jornada de reflexión, se acosaron las sedes del PP, etc.

Esta violación de la democracia estuvo dirigida por el PSOE y ejecutada, como tontos útiles, por las huestes de Izquierda Unida. Nada nuevo bajo el sol, nuestra izquierda utiliza la democracia para sus fines, y la vulnera cuando es necesario. Utiliza y vulnera, pero no cree en la democracia. En definitiva, sus intenciones y objetivos son tan inobjetables que no importan los medios para conseguirlos. Así se llega al Holocausto, así se llega al Gulag. El infierno empedrado de buenas intenciones.

La izquierda, en nuestro país, no ha reflexionado sobre sus errores y el de sus conmilitones en el resto del mundo. Se siente imbuida de verdad y razones. Niega la esencia de la democracia, tal y como fue concebida por los liberales. Las reglas del juego pactadas en el 78, rigen para la derecha pero, para la izquierda, sólo son el punto de partida hacia la revolución.

Ni “democracia avanzada”, ni “democracia popular”, democracia a secas es lo que deseamos los liberal conservadores. No lo duden, amigos progres, algunos estamos dispuestos a pelear a muerte por su derecho a negar nuestros postulados. Pero también lo haremos por el nuestro a la libertad.

Sobre las justificaciones de la izquierda ante su actitud el 11 M, hablaremos en el próximo capítulo.

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