14 enero 2008

La estupidez. José García Dominguez en LD


Desengañémonos. Detrás del Mal no se esconde el Diablo sino algo infinitamente más peligroso: la Estupidez.

José García Domínguez
'P.– ¿Y no sintió en ese momento ningún escrúpulo moral al autorizar que siguieran los contactos con quienes acababan de matar, rompiendo sus propias reglas de tregua?
R.– Matar habían matado siempre…
Estamos predispuestos a esperar cualquier cosa del Mal, salvo la vulgaridad. De ahí, por ejemplo, el desconcierto, el escándalo que provocó en tantas conciencias la publicación de “Eichmann en Jerusalén”, la obra póstuma de Hannah Arendt. Y es que pocos descubrimientos sobre la condición humana resultan tan desoladores como comprobar que los actores siniestros de la historia casi nunca están a la altura de sus propios crímenes. Vistos de cerca, ni siquiera se antojan atroces, depravados, sórdidos. Al contrario, suelen resultar tipos vulgares, planos; hombrecillos que se justifican apelando a razonamientos triviales, frases hechas, lugares comunes, convencionalismos. Quizá eso mismo encierre lo definitivamente aterrador en ellos: toparse con lo prosaico allí donde se esperaba entrever la grandeza casi magnética de la sombra de Lucifer.
P.– ¿Cómo se entiende entonces que después de que usted adquiere conciencia de la verdeara naturaleza de esos individuos, continuaran los contactos?
R.– Pero continuaron con una situación ya muy deteriorada. Y fue debido al deseo de instancias internacionales…
“Hice lo que me mandaban”, respondería Eichmann sin inmutarse al ser interrogado en Israel sobre la responsabilidad de sus actos. He ahí, en esa “curiosa y absolutamente auténtica incapacidad para pensar”, tal como la define Arendt, la esencia banal del Mal. Al cabo, la tara de todos los Eichmann que en el mundo han sido no reside en la ausencia de conciencia moral, sino en padecer otra triste limitación que les impide colocarse mentalmente en el punto de vista del otro. Razón última de que jamás sientan la necesidad interior de arrepentirse de nada. Ellos se limitan a cumplir órdenes, tanto da que sean del Führer, de la Historia o de “instancias internacionales”. Sólo órdenes, eso es todo.
P.– Pero usted dice que autorizó esos nuevos contactos a petición de instancias internacionales. ¿No le creó eso un conflicto ético?
R.– En absoluto…
“En absoluto”. Otra vez, la definitiva banalidad del Mal, revelándose ahora en lo clamoroso del contraste. Por un lado, esa estudiada, milimétrica, calculadísima precisión racional en la puesta en práctica de todos y cada uno de sus actos. Por el otro, la alegre, irresponsable indiferencia ante las consecuencias prácticas que se puedan derivar de ellos. Impensable el Diablo actuando igual. No. Lucifer tiene mucha más clase y nunca caería en tamaña grosería intelectual. Al menos, él siempre ha sido consistente, de una coherencia irreprochable en la justificación de todas sus tropelías.
Desengañémonos. Detrás del Mal no se esconde el Diablo sino algo infinitamente más peligroso: la Estupidez.