Afanes personales y profesionales, con los que no debo fatigar la paciencia del desocupado e improbable lector, han contribuido a mantenerme alejado del blog. Sin embargo, más ha pesado en tal alejamiento la
parálisis de la voluntad originada por un dilema del seso.
La mala conciencia que embarga mi ánimo por haber traicionado a los que siguieron la serie entradas sobre las propuestas de regeneración, tal vez
encuentre, ya que no perdón, un ápice de explicación en las
siguientes consideraciones para las que voy a
servirme de los magines de dos grandes amigos (espero que no consideren abuso por mi parte reclamarme de su amistad) de la
blogocosa.
En efecto, mientras
Ignacio gana mi intelecto con sus lúcidos análisis sobre la perversión del sistema que infecta por igual a todos los partidos,
El Cerrajero enciende mi ánimo de lucha contra la enfermedad
senil del socialismo: el
zapaterismo. El uno me inclina a la
melancólica observación de la realidad social y la lucha personal para ser mejor, el otro me urge a la acción social para expulsar al
débil de pensamiento del poder, antes de que no quede ni un plato por romper.
Lo cierto es que la situación, que examinaré en el próximo
post, exige, quizá, una combinación de ambos enfoques y ambas líneas de actuación. (Continuará)
